Sunday, April 19, 2009

Hey Mickey

Está probado en la industria cinematográfica que las historias humanas donde “todo tiempo pasado fue mejor” son una fórmula exitosa a la hora de atraer grandes cantidades de espectadores a las salas de cine. Así lo avalan producciones como Ali, Ray y La vie en rose, cintas que, apoyadas en personajes reales, sobre estimulan los sentidos de la audiencia gracias a biografías enfatizadas en contraponer un antes/glorioso y un después /decadente en la vida de sus personajes.

La última película del realizador norteamericano Darren Aronofsky, El Luchador (2008), parte de ese supuesto y desde ahí dispara un relato en presente sobre Randy “The Ram” Robinson (Mickey Rourke), un peleador profesional de la lucha libre que persiste en ganarse la vida gracias a la musculatura, su herramienta necesaria de trabajo.

Con la ayuda de una cámara subjetiva vemos a Randy recorrer los pasillos de los camarines donde entrena hasta salir al ring donde su fanaticada lo espera. Siempre observando su espalda, la tercera persona con la que nos identificamos transmite directamente sus emociones y de manera visceral, dando por hecho que nos encontramos tras un personaje que se encuentra en un mundo del espectáculo cada vez más ajeno a su persona.

Peleas fraudulentas, deudas impagas y constantes noches de juerga reflejan lo insostenible que se ha convertido para Randy vivir de la lucha libre. Es una bailarina de cabaret, interpretada por la atractiva Marisa Tomei, el único motivo que mantiene en pie a Robinson, pero ni siquiera ello puede aplacar el desafortunado destino que le depara: un inesperado infarto le advierte que no puede seguir combatiendo. Su organismo ya no da para planchas, llaves ni patadas.

Es interesante que el soundtrack de esta película lo compongan melodías ochenteras del calibre de Guns N' Roses, Cinderella o Ratt, patentes bandas exponentes del hard rock que alguna vez lideraron los rankings de canciones más escuchadas y que ahora brillan por su ausencia en el colectivo radioescucha. La rubia y extensa cabellera de Rourke emula a dichos intérpretes, verdaderos “titanes del ring” rockero de antaño.

Cual ídolo olvidado, y ahora falto de salud, Randy deambula por diferentes trabajos-parche que satisfacen su necesidad por alimentarse, pero que se hallan lejos de la demanda por una satisfacción personal. Si en un principio el personaje ya se hallaba fuera de foco, ahora se margina aún más de lo que podría constituir su felicidad, la lucha.
Es aquí cuando ocurre el encuentro con una hija abandonada (Evan Rachel Wood), evento que se eleva como elemento secundario que podría haber dado para más, pues extrapolando que lo minutos de su actuación son imborrables, el personaje se esfuma rápido, como un suave golpe en la quijada. Tal vez menos pretensiones para con el personaje de Rourke hubieran permeado la entrada de otros factores hacia un mundo subjetivo y personalista, reacio a permutar. Pero claramente se hubiese tratado de otra película, una esperanzadora, de fórmula asegurada.

Como último punto cabe constatar por qué Mickey Rourke no fue reconocido con la estatuilla en los pasados premios Oscar. La razón puede desprenderse de la misma decisión narrativa adoptada por El Luchador. Se ha repetido que la figura de Randy “The Ram” Robinson es el reflejo de la biografía de Rourke. Ambos tuvieron un época dorada, en la fueron íconos populares de toda una generación, sin embargo fue el éxito aquel que caducó sus talentos, llevándolos por caminos errantes repletos de excesos y esterilidad. Partiendo desde esa condición, la redención es un recurso que acá no tiene cabida. El pasado fue mejor, pero quedó donde pertenece. Ni como premio de consuelo.



2 comments:

Anticronico said...

No quiero desmerecer a los ganadores de la última premiación de la academia (pensándolo bien, quizás sí quiero), pero Mickey rourke no se ganó el Oscar porque es un premio que está prostituído. La estatuilla es la amante infiel que se acuesta con el mejor postor en lugar de hacerlo con quien en realidad se lo merece.

Notable análisis de la película.

dame una canción buena said...

a mi me gustó la película; hay que verla cuando uno está down