Thursday, November 23, 2006

Corazón Delator


El inglés Alan Parker dirigió la cuidadosa obra maestra de culto llamada Pink Floyd The Wall.
También le quitó de las manos a Oliver Stone ese producto ya convertido en un clásico, llamado Expreso de Medianoche. Y estuvo a cargo de la Fama de un grupo de jóvenes, que la buscaban a como diera lugar.
Pero lo que recordé hace unos días es más único y religioso que lo anterior: Corazón Satánico (Angel Heart, 1987).

Es un filme ochentero, pero ambientado en la década de los 50. ¿Se entiende? No Creo. Me explico. Los primeros parlamentos que susurran "Johnny...Johnny..." junto con el sonido de un corazón palpitando, dan lugar a un callejón oscuro, que delata (y late) el ambiente film noir al que estamos ingresando. Pero el toque de la música de Trevor Jones nos hace movernos treinta años arriba hacia una atmósfera ochentona provista de un sintetizador satánico que anuncia que el final no está muy lejos. Resultado, música del 80 mezlcada con parajes y vestimentas propias del cine negro de mediados de siglo.

Luego se nos introduce al personaje principal, el detective privado Harry Angel (Mickey Rourke), quien se adentra en un nuevo y misterioso caso muy bien remunerado, pero del que no confía plenamente. El empleador resulta ser el esperado Robert De Niro, que personifica a un hombre llamado Louis Cyphre, del que no sabemos nada exceptuando sus deseosas ganas de enterarse en qué anda su amigo Johnny Favourite. Angel, entonces, tendrá la extenuante tarea de seguir los pasos de un sujeto del que no estará tan alejado como él cree.

Lo siguiente es su tarea, que pueden conseguir en Bazuca.com o en Blockbuster.

Revivir este tipo de suspenso me hace pensar en lo difícil que debe ser lograr terminar una película de éste género. ¿Cómo cerrar con un descenlace eficaz que no deje dudas respecto a la trama? ¿Cómo se decide un director por ese final y no el otro, que, pudiendo ser más atrevido, puede resultar más?
Siempre en estos casos yo creo que se le debe preguntar al público. Es una simple curva de oferta y demanda.
Y en Corazón Satánico sí que hay equilibrio.



Aquí les dejo un trozo del filme que me gusta mucho.




DATO: El soundtrack de esta película consta, como dije antes, de música sintetizada por Trevor Jones. Pero además, el blues está presente en el filme, durante las andanzas del detective Angel por los barrios de New Orleans.

Está muy buena. Luego la subiré al blog.



Wednesday, November 22, 2006

Identidades Desconocidas



Woody Allen dice sabiamente en una de sus más cinéfilas películas (La Rosa Púrpura del Cairo, 1985) que ir sólo al cine es más productivo que ir acompañado. Que así se disfruta mucho más lo que se va a ver, dejando de lado los comentarios irrelevantes y disuasivos para el desarrollo de la película.
No sé si estoy en completo acuerdo con la afirmación del director, porque siempre que voy a ver algo llamo a alguien para que me acompañe. Pero lo que sí apoyo es que ir al cine sólo no tiene nada de malo, ni de raro, ni de fome. Al contrario, creo que se piensa más sin las intervenciones del otro. Intervenciones del tipo: ¡¡¡Viste eso!!!. Nooo. Seguramente pagué 3 lucas para venir a taparme los ojos. Pero, insisto, depende de la compañía.

Bueno, para no decir que fui sólo, les cuento que el jueves pasado me infiltré al estreno de la última película de Martin Scorsese, Los Infiltrados (The Departed, 2006), y de seguro nadie me vio.



Al saber que la nueva película de Martín Scorsese era un remake de una producción honkonesa llamada Infernal Affairs (Mou Gaan Dou, 2002) me aseguré de verla, para hacer un mejor juicio de la del director neyorquino. El resultado es un impecable thriller policial con cincuenta minutos menos de duración, ahorrados en un montaje inteligente, que le da velocidad a una cinta que la necesita para ser efectiva. Lo que no injustifica la puesta en escena de Infiltrados porque, como lo sabrá quien halla visto la mayoría de los trabajos de su director, generalmente se vale de más de 120 minutos para contar una historia de su estilo, marcado por abundar en diálogos inteligentes y escenas crudas y violentas. Lo que Scorsese siempre nos trata de mostrar es algo cool, resultado de la mezcla de balaceras y buenas interpretaciones, dentro de un contexto de violencia salvaje.

Desde unas Calles Peligrosas, este Toro Salvaje ítalo-americano se ha subido con un Taxi Driver para arribar a un Casino, donde ha descubierto la historia de un Aviador, quien llevaba su Vida al Límite, sin pensar en la hermosa Edad de la Inocencia que hubiera vivido si hubiese pertenecido a los Buenos Muchachos, fuera de las Pandillas de New York, New York que tanto lo corrompieron, y que le hicieron hasta plantear La Ultima Tentación de Cristo. Es la hora de reconocer y elogiar su trabajo de cuatro décadas para que no siga perteneciendo al grupo de los infiltrados talentosos que pasan sin pena ni gloria a lo hora de los premios.



Su nueva obra, un remake copiado casi al pie de la letra de una película oriental, es lejos su mejor trabajo desde Godfellas, y eso se debe a que ocupa una narrativa muy similar a ésta. La historia del mafioso más poderoso del hampa de Boston, el mafioso Frank Costello (Jack Nicholson), se alterna dinámicamente con la vida de sus apadrinados Colin Sullivan (Matt Damon) y Bill Costigan (Leonardo Di Caprio). Uno que juega para su lado (Damon, infiltrado en la policía) y el otro que se lo jode hasta más no poder (Di Caprio, policía infiltrado en su bando). A este trío, aportan presencia el jefe del departamento de policía (un querido Martín Sheen) y la mano derecha y dura de Costello, Mr. French (Ray Winstone).

Así, durante las dos horas y media de metraje, los focos de atención se entrecruzan, para formar al final un solo camino, y por consiguiente, el desenlace.
Debo decir que esto último está mejor llevado en la versión original, por el sólo hecho de que el personaje interpretado por Mark Wahlberg (el desagradable oficial Dignam) en la versión oriental pasa sin pena ni gloria. O sea, no entra a jugar esa especie de juego de exterminación que acaba con la vida de la mayoría de los personajes. Asuntos Infernales da un toque más intelectual para explicar las causales de quienes son los que sobreviven en este ambiente de perdición y anonimato y quienes no.


Las primeras líneas del filme oriental aluden al dios Buda: “Aquél que en el infierno continuo se encuentre, nunca muere. Es la longevidad, realmente, la penuria del infierno continuo”; y las últimas, partes de un texto budista, son: Nirvana Sutra, verso 19: “El peor de los ocho infiernos se llama infierno continuo, porque es de continuo sufrimiento. Por eso el nombre.”
Estos dos textos resumen lo que proponen ambos filmes. Los dos pares de infiltrados (Colin Sullivan y Bill Costigan; Lau Kin Ming y Chan Wing Yan, respectivamente) viven en este supuesto infierno continuo, muertos en nombre, pero condenados a vivir.

Pero, a diferencia de su progenitora, Los Infiltrados no realza esta premisa. Pudiéndolo hacer perfectamente, se concentra mucho más en darle cámara a sus rostros famosos (que por cierto lo hacen muy bien) y en ensalzar la cinta con hondas cucharadas de sangre.

Lo que trato de decir es que así como Scorsese profundizó a fondo sobre los problemas de un ex veterano de la guerra de Vietnam, en Taxi Driver, o como delató el tráfico de influencias entre los importantes personeros de la mafia en Nueva York, en Buenos Muchachos, en Los Infiltrados no lo plantea, o si lo hace, es muy por debajo de la manga. El único que podría denotar esto es el personaje de Di Caprio, quien toma pastillas y visita a una psicóloga para liberar esa doble personalidad que lo aqueja. Pero sólo por momentos. Ya cuando tiene por las manos a Sullivan, su rostro no le pesa tanto como antes.


Pero, porque se trata de uno de mis directores favoritos, opacaré cualquier otra distinción y comparación con su homóloga oriental. Es más. El estilo de Scorsese, junto con la estupenda primera participación con él de Jack Nicholson, y una banda sonora de lujo (que pueden escuchar en la radio blog ubicada a su derecha) hacen de la película una de las mejores del año. Sino la mejor, la con mejor firma de autor. Un autor que, infiltrado o no en el sistema hollywoodense, sabrá algún día (siendo que no le quedan muchos para derrochar) valerse de una identidad conocida, y reconocida, alejada de cualquier mediocre grupo de directores de cine deportados y encasillados.



Aquí una sorpresa que subí a YouTube.
La dinámica introducción de Infernal Affairs. Sory por no tener subtítulos.




PD: Ojo que este es elmalo de la versión original....este chino feo ni le llega a los talones a Nicholson

Thursday, November 09, 2006

Torres de Piedra


Ayer recordé uno de los sucesos más trágicos del siglo XXI. La caída de Las Torres Gemelas (World Trade Center, 2006) y nada más que a manos de uno de los directores más polémicos del cine norteamericano: Oliver Stone.
Sin embargo para mi sorpresa la película no tenía el sello trasgresor particular de Stone, sino más bien fue lo más limpio y puro que he visto de este director en años. Allá quedaron la crudeza de Platoon, las teorías conspirativas de JFK y la insana caricaturización de un par de asesinos en Natural Born Killers.
Ahora Stone se dedicó a su pueblo al cien por ciento. Y lo hizo con un relato que no pudo llegar más adentro de los corazones humanos: la historia de dos rescatistas rescatados (valga la....) de las cenizas del monumental accidente, el capitán John McLoughlin (Nicolas Cage) y su subordinado Will Jimeno (Michael Peña).

La primera media hora cuenta cómo llegan aquellos dos policías a lo que serán los 90 minutos restantes, o sea, a quedar atrapados entre los escombros de las torres.
Comienza con cada uno saliendo de su hogar para realizar el trabajo que los sustenta; deben servirle a su país para poder servirse un plato de comida.
Lo que viene es cuento sabido. En la mañana del día 11 de Septiembre del año 2001 dos aviones de pasajeros (un United Airlines 175 y un American Airlines 11) impactaron cada una de las Torres Gemelas, y un tercero colisionó con el Pentágono.


Sobran los archivos televisivos acerca del trágico suceso, por lo que Stone debe ingeniárselas para sorprendernos con algo nuevo, innovador.
Pero no lo hace. Al contrario, cuenta lo mismo, haciendo hincapié en la emoción del momento, en el terror a la vulnerabilidad de una nación intocable.

Luego de caídas las torres empieza lo que podría llamarse el punto de vista “de piedra”
Stone proyecta imágenes de caos social como en la mayoría de sus filmes, con el fin de mostrarnos la reacción de una nación ante la invasión de su propiedad privada, ante las manos de un agente externo que les desordena su orden perfecto.
McLoughlin y Jimeno son los únicos sobrevivientes a metros a la redonda, pero sobreviven gracias a que su labia todavía no les ha abandonado (“If you die, I die”)
Ambos entablan una conversación variada que los mantiene vivos y que les da cámara a sus respectivas cónyuges, Donna (Maria Bello) y Allison (Maggie Gyllenhall), quienes mantienen la esperanza de que están vivos.
Así, cada historia construye su propia torre - la familia de McLoughlin y la de Jimeno – con sus dramas e imperfecciones, pero aún así World Trade Center no logra posicionarse sobre su competencia. Me explico mejor. Justo en el momento cuando puede diferenciarse de CNN y sus derivados, Stone redunda y se limita en contar con flashbacks la historia de sus víctimas, y no se atreve a dar un paso más allá, como lo ha hecho siempre. Muy por el contrario, nos agrega un personaje carente de verosimilitud (el marine Karnes) que desliza la trama por caminos erróneos.

Creo que Stone siempre quiso hacerla así, fuera de su pauta personal, para demostrar que es un relato gringo orgulloso de serlo, y además porque buscaba unir, que sea por dos horas, a una nación golpeada donde más les duele....en su “sueño americano”.

Los personajes principales simbolizan el espíritu unificador que caracteriza al pueblo norteamericano, de dar todo por el todo por una causa que, aunque suene imposible e ilusoria, de alguna que otra forma podrá realizarse. Que por más que les derrumben sus más majestuosas construcciones siempre saldrán adelante.

Para terminar me gustaría destacar el soundtrack de la película, a cargo del compositor Craig Armstrong, de una gran similitud al músico de Spike Lee, Terence Blanchard. La principal melodía de World Trade Center tiene tres notas, que se repiten y repiten cada vez que la esperanza se hace presente en la vida de estos dos sujetos. Esas tres notas acompañan al filme en su totalidad.

Leyendo de nuevo el texto que acabo de redactar, me he dado cuenta de que puedo haber sonado muy cursi y chulo, pero es lo que realmente me sucedió cuando la fui a ver. Por lo menos en esta película el discurso y la palabrería gringa sirve, y mucho.
Sirve para recordar y sensibilizar. Para llorar y comprender. Y para romper tantos “corazones de piedra” que abundan en este mundo.

Las Torres Gemelas puede no ser una buena película, pero vale la pena recordarla. La pena de 2.973 personas muertas y 24 todavía desaparecidas.